jueves, 24 de marzo de 2011

Capítulo XIV: La llegada.

Michael no se había ido de la casa de Caira porque quisiera. Había algo que lo estaba afectando. Algo que lo tenía atrapado, parcialmente. Algo nuevo para él. En estos momentos, él quería cancelar que Caira viniera a su casa mañana, quería decirle que ya no la quería ver más, que se fuera de su vista. No era odio. No podía seguir así. No sabía que sentía… su cabeza daba vueltas, y estaba demasiado confundido.  La sonrisa, rostro, tacto de Caira lo hacía electrizarse, no sabía por qué, pero así era. Pensaba demasiado en ella, no la quería dejar sola. Y definitivamente, no quería que nada le pasara, estaba dispuesto a todo, por su felicidad.
<<esto no puede ser amistad. Ni hermandad. Es algo más…. ¿pero qué?>> pensaba Michael, en su cama, sintiendo que esta confusión lo llevaría a la ruina.
Dos meses de relación… ¿eso era suficiente para llegar a querer a alguien?, ¿para estar dispuesto a todo por ese alguien?, él pensaba que no. Pero… era su realidad. Y había algo más, oculto… profundamente en su corazón había algo más, algo más fuerte, y por ese algo había dejado a Caira confundida por su mirada, de confusión. No sabía qué hacer. Pero ya tenía compromiso de la invitación, aguantaría su frustración. Y en cuando a sus sentimientos desconocidos, vería que hacía con ellos, cualquier cosa que no lo hiciera alejarse de ella, estaba bien.


Me sentía ridícula. ¿Por qué?, es sencillo: me estaba arreglando como toda una “chica normal” y eso me asustaba. Y para el toque traumático final: un vestido, corto, pero era un vestido. Me peinaba finamente, aun traumada por mi vestido y zapatillas como salido de una de esas películas de romanticismo, un vestido celeste pastel con tirantes y una enorme moña trasera del mismo color, con zapatillas blancas y una chaqueta de algodón con botones blanca. Que miedo. Termine de peinarme y con disgusto tome mi bolso y salí al parque. Pensaba que la tarde iba a estar igual que en la mañana, todo nublado y frío; pero resultaba que el calor del sol estaba reluciente y una brisa deliciosa pasaba por el ambiente. Caminaba normal por la calle, sintiéndome rara por mi vestuario, pero todo estaba bien. Llegue al parque y me senté en una banca ya que no miraba a señales de Michael ahí. Suspire. ¿Por qué se había portado así?, él no era así; pasaba algo con él, y eso me asustaba demasiado. Esa inseguridad no me dejaría tranquila, me hacía ponerme nerviosa, y eso afectaría al conocer a los padres de Michael, si es que estaban en casa. Suspire una vez mas en mis frustraciones.
-hola…
Una voz melodiosa me hablo a mis espaldas. Me voltee.
-hola Michael…
-¿Qué pasa?-pregunto preocupado.
-nada, solo te esperaba-sonreí ligeramente, sin gana alguna.
-¿llevabas mucho tiempo?
-no sabría decirte. Me distraje…
-bueno si fue así lo siento. Tuve que pasar haciendo un mandado, pero ya estoy aquí.-
Era como si tratara se seguir siendo el mismo. Poco a poco volvía su amabilidad y jovialidad.
La verdad era que yo no podía seguir así. No quería seguir fingiendo que no me preocupaba. Tenía que preguntarle qué rayos pasaba con él.
-¿Michael?
-¿sí?
-toma asiento-con duda se sentó a mi lado-quiero preguntarte algo… ¿puedo?-dije amablemente.
-si claro, lo que quieras.
-¿estas molesto por algo?…. ¿por alguien?
-¿Qué prefieres?… ¿que sea un hipócrita o que al decir la verdad te sientas insegura?
-la razón lo dirá.
-no me pasa nada exactamente. Solo que estoy algo nervioso… es la primera vez que llevo a una amiga a casa… bueno una amiga real, porque mis pasadas “amigas”, tenían una plástica  personalidad. Uno no tiene que fingir lo que no es. Y tu Caira… tú eres especial.
-suspire-yo debería de ser la nerviosa. Conoceré a tu padres… no me asusta, solo estoy… dudosa…
-¿de qué?
-no se… nunca he estado segura de mi misma, no quiero causar una mala impresión.
Michael se acercó más a mí y me puso su brazo en mis hombros y mi cabeza contra su pecho.
-no te… preocupes por nada. Todo saldrá bien. Aun si nada sale bien… con que no te pierda todo estará bien.
Su voz pasiva y tono suave siempre me tranquilizaba. Incluso ahora que el problema de nervios sí que era grande.
-subí el rostro-prométemelo.-lo vi a los ojos, y me quede en ellos.
-te lo prometo.

El camino a su casa fue en cómodo silencio. A veces cruzábamos miradas y sonreíamos para darnos confianza, aunque seguía sin entender del todo la causa de su nerviosismo, aunque era tierna la razón, era confuso. Llegamos al enorme portón, el cual se abrió en segundos, pasamos por un diferente camino al que yo había recorrido cuando vine aquella sorprendente vez. Fuimos por un camino de rocas lisas que formaban un tornado camino, por entre árboles y flores, que dejaban caer los tenues rayos de sol de la tarde. Al fin llegamos a un espacio donde estaban los garajes, Michael dejo su auto en un, se podría decir, “estacionamiento apartado”, estaba a unos metros de los garajes, pero escondido entre los arbustos, aunque accesible para salir. El camino me había tranquilizado bastante, sus jardines eran hermosos.
Apago el auto.
-llegamos.
-tu casa es hermosa.
-este solo es uno de los rincones-me miro amablemente-falta que mires la casa en sí.
Suspire. Y él se bajó del auto y me abrió la puerta ayudándome a salir con su típico ademán.
-gracias.-dije viendo los alrededores.
-qué lindo vestido-dijo galantemente.
-muchas gracias-sonreí. Sorpresivamente  no me sonroje.
-bueno señorita-sonrió juguetonamente-es hora de entrar.-tomo mi mano.
Sentí electricidad. Siempre sentía eso con su tacto. Bueno, tal vez se debía a los nervios o el usaba mucha lana, en fin no había de que preocuparse sobre esa reacción. Al menos eso creía.
Caminamos por un camino que dirigía a la casa, nos empezamos a tranquilizar y juguetear con nuestras manos, con el movimiento típico de niños caminando por ahí, nos empezamos a reír de la nada, algo que pasaba mucho entre los dos, hasta que llegamos a le puerta y nos detuvimos en seco, parando la risa.
Nos miramos el uno al otro y le apreté fuerte la mano. El abrió el picaporte sigilosamente, hasta que al fin la puerta se abrió y el entro en el mismo modo en el que abrió el picaporte y yo me aferre a su pecho como niña asustada en las faldas de su padre, y el solo sonrió, tal vez era ternura porque me acaricio la cabeza suavemente. Entramos y el cerro la puerta tranquilamente. Estábamos en su casa finalmente. Rodeados por fina y elegante decoración, un ambiente tranquilo, mientras la tarde calentaba el ambiente con delicadeza.

martes, 15 de marzo de 2011

Capítulo VIII: La invitación. La duda. Y la mirada extraña.

Nuestra amistad siguió. Tan especial, y viva mantenía un nivel de confianza y apoyo puro e inocente. Nuestras actividades tan originales, y tal vez para algunos infantiles. Íbamos al parque con mucha frecuencia a meditar, o a jugar con Emmanuel, que Michael lo llevaba a escondidas de sus padres, y uno de esos días lo llevamos al circo, los 3 nos la pasamos de lo mejor, fue demasiado divertido. Emmanuel me miraba ya casi como su hermana mayor. Michael venía a mi casa, pero subía a mi ventana para llevarme con él y algunas veces Haddy nos acompañaba, ya que Emmanuel y ella se habían llevado de maravilla. Un día mamá y papá se enteraron de que el venía a la casa, así lo invitaron a cenar para conocerlo, y quedaron totalmente a gusto con él, dijeron que era el chico más dulce y educado que habían conocido, y que su sentido de lumor era educado y respetuoso, pero igualmente divertido. Michael siguió viniendo a mi casa con frecuencia para ir al parque como casi todos los sábados hacíamos, pasábamos por alguna tienda por un refresco, lo tomábamos en la banqueta y nos íbamos de regreso, o caminábamos por la playa descalzos a eso de las 6:00 de la tarde, cuando anochecía, y hablábamos horas ahí, caminando solos, con la brisa del mar y la arena en nuestros pies, era hermoso. Yo no iba a su casa porque me daba pena, y además él decía <<si  no quieres ir no te obligare. Pero iremos en el momento indicado. >> Hablábamos bastante por teléfono también, parecíamos lunáticos hablando los 4: Emmanuel, Haddy, Michael y yo, era divertidísimo. Michael y yo solos; nos contábamos todo, reíamos y nos la pasábamos bien. Además que nos podíamos desahogar el uno con el otro libremente, porque solo nosotros nos entendíamos bien, nadie nos comprendía.

Un día de esos, estábamos él y yo en la playa; sentados en la arena.
-veo dolor en tu mirada. ¿Estas incomoda?-tal vez me preguntaba debido a que su brazo estaba recostado  en mis hombros.
-no, para nada…es que…
-si tienes algo que quieras decirme, dímelo. No te juzgare, y si en algo puedo ayudar ayudare, confía en mi-sonreía.
-es muy largo.
-y la tarde también.-decía con ironía.
-pero…es que…es demasiado doloroso, triste. Para alguien tan jovial como tú.
-no hay tristeza que se compare a la que sentiré si tú no confías en mí.
-está bien, te contare…todo.
En ese momento, mis labios ya estaban listos para contarle mi vida, la historia, el caso, lo que me atormentaba. Ese horrible frio, y nefasto dolor.
Pero justo, empezó a llover. Nos levantamos y corrimos hacia mi casa, el me protegía con su chaqueta, hasta que llegamos, y me dijo que solo me dejaría en la puerta y se marcharía porque ya era tarde, al llegar, se despidió y corrió a su casa, quedándome yo con su chaqueta (que por cierto todavía está en mi closet). Me dejo, con la confesión en mis labios, y con la verdad en mi corazón.

Estaba desilusionada. Quería contarle todo. Pero no se había dado la oportunidad.

Ya era Noviembre. Faltaban de 7 a 6 meses para que pasara el siclo escolar, y un mes para que se terminara el año. Con mi familia todo bien, al menos eso parecía. Haddy, creciendo, dejando dientes, más alegre que antes, y sabía que se debía a Emmanuel, que eran como los mejores amigos del mundo, y con Michael jugaban al  príncipe y la princesa, el hasta le había enseñado del vals y ella encantada. Papá siempre atento y tierno, y mamá…mi tan delicada madre, me tenía muy preocupada, pero ella no me permitía estar así por ella. Ya había perdido varios kilos y estaba realmente pálida, y en la última visita al doctor que habíamos asistido con papá y ella, le hablaron a papá, y salió de la sala con la cara desmoronada, como si en cualquier momento se tirara al suelo y llorara con dolor. Eso significaba algo de lo cual no quería recordarme, el dolor me volvía al cuerpo, el desangramiento del corazón, una vez más. Soportaba el dolor mientras tenia a mamá de la mano, y papá venía a nosotras para irnos a casa.

El dolor seguía latente. A veces se olvidaba, por la compañía y apoyo de mi tan especial amigo. Pero aun así, se sabía que iba a pasar en poco tiempo. Y no quería siquiera pensar ni imaginar cómo iba a ser. Lo que me hacía seguir adelante era Haddy y papá. Yo tenía que ayudar a papá a criar a Haddy, ella tenía mucho por delante, y yo era una de los responsables de ella. Todo un reto, que aún no sabía de donde sacaría la fuerza necesaria para eso.

-tienes que ir a mi casa antes de navidad. Quiero que mama te conozca, o al menos ¡quiero que vayas a mi casa!, tengo tanto que enseñarte-suspiraba Michael, mientras nos mecíamos en los columpios del parque de la playa.
-es que me da pena, además que no se si les caeré bien.
-les caerás bien. Si no…entonces sí que son ignorantes-me vio sonriente.
-eso espero…
Nos paramos y ya era tarde. Nos fuimos a mi casa. En el camino me fue convencido de que “todo iba a ser lindo”, que “quería que viera su cuarto, sus animales, su fuente, su mini granja, etc.”, parecía un niño emocionado, literalmente; hasta con los saltitos y la sonrisa ilusionada.
En fin. ¿Quién se resiste a alguien con sonrisa perfecta y que se le tiene más confianza que a uno mismo?, accedí  a su invitación. Llegamos a mi casa, el subió por la ventana y yo con él. Me ayudo a trepar y me pare finalmente en el suelo de mi habitación, así mismo él.
-entonces…. ¡¿a qué hora te recojo?!
-tranquilo tigre. Ni siquiera sé que llevarme…
-no te preocupes por eso, de seguro lo que escojas te quedara hermoso, como siempre-sonrió.
Después de sonrojarme, el me vio…quería decirme algo, su mirada lo decía…pero algo dentro de él no quería; y ese algo logro silenciarlo.
-tengo que irme Caira.-se despidió, friamente-te veo mañana…a eso de las…15:00 ¿te parece?
-está bien…en… ¿aquí o?
-en el parque. ¿Te parece?
-está bien.-sonreí.
El no sonrió. Parecía de la nada serio. Eso era extraño en él, siempre sonreía tiernamente. Pero esta vez…logre ver su expresión. Tenía algo diferente, como si algo lo hubiera envenenado y quisiera correr, desintoxicarse y morir. Me asustaba su expresión de miedo e inseguridad, melancolía inmensa. Justo en el momento en que iba a tomar su hombro, para preguntarle sobre su tan repentino cambio de expresión…se fue. Se fue. Tal vez…tal vez era que quería llegar a su casa rápido. No. Definitivamente él no era así. Y este comportamiento, me hacía temer…el temor volvía, la inseguridad de la mano del mismo.

domingo, 6 de marzo de 2011

Capítulo XII: Y mis dudas todavía me atormentan.

Seriedad. En él era una hermosa seriedad. Pero aun así expresaba lo mismo.
Me encontraba en un dilema. Tenía que preguntarle, pero no me atrevía. Solo sabía que algo había pasado con sus amigos, al menos eso parecía.
-Caira. ¿Sabes por qué nos miran así?
No sabía que decirle. La verdad me daba pena decirle la verdad, pero prefería quedar como una tonta que como una mentirosa.
-si sabes algo. Dime la verdad…confió en ti-dijo quitándose los lentes y parando en seco  el auto en una calle casi sin gente.
-pues…si se porque nos miran así.-suspire-la verdad es que lo considero muy tonto por parte de ellas.
-¿Quiénes?-dijo acercándose a mí.
-las chicas de tu clase. Y quien sabe  de qué otras clases más.
-¿Qué pasa con ellas?
-suspire una vez más-tienen celos de nuestra amistad, así me dijeron mis amigas.
-igual me dijeron los chicos-bufó.-pero no entiendo por qué son los celos.
Eso sí que me había parecido rarísimo. La respuesta era obvia, pero en fin, esta era situación en la que se notaba que Michael era modesto o ignorante a su atractivo, además de su tan especial forma de ser, de otro mundo, increíble.
-te dije que era tonto.
-¡es mi vida!, si yo quiero puedo andar con quien YO quiera.
-creo que piensan que somos algo más que amigos.-me sonroje al decir eso.
-bufó un poco molesto-¿y si lo fuéramos QUÉ?, es nuestra vida.-miro al cielo-está bien. Me da igual lo que piensen de mí. No sé ni por qué me moleste por un rato.-volteo a verme con una mirada que irradiaba confianza-lamento haberte incomodado.
-no importa. Tenías razones para estar así.
-si lo se…pero no quiero…-se acercó-no quiero…
Estaba a unos centímetros de mí.
Petrificada. Nerviosa. Creo que sudaba frio.
-¡¿vas a pasar imbécil?!-le paso diciendo un chico, sacándome de mi nerviosismo e intriga.
Al parecer no dejábamos pasar a algunas personas.
Michael se retiró de mi lado, y tomo el volante vigorosamente, luego con un movimiento ágil salimos de ahí. Rebasamos al chico que le había hablado a Michael, y Michael le hiso una mirada fulminante, lo cual le bajo los sumos al tipo ese. Seguimos el camino como si no hubiera pasado nada. Charlando y riendo normalmente, en un abrir y cerrar de ojos estábamos ya enfrente de mi casa.
-riendo-que malo… ¿te tiro pastel encima del esmoquin nuevo?-reí.
-si!, ¡lo peor es que se fue corriendo!, corre demasiado rápido. ¡No pude alcanzarlo!, pero Emmanuel me las debe.
-riendo-que gracioso lo que hiso.
-¡qué mala!-sonrió graciosamente.
Seguimos hablando, y en un silencio nos dimos cuenta que ya estábamos enfrente de mi casa. El solo me observo, apagando su risa…
-emm… creo que, ya es hora de despedirnos-dije, creo que como una tonta.
-si…creo que sí. ¿te dejo a la puerta o?
-como gustes.
Sonrió y bajo del auto. Me abrió la puerta, su típico ademan y me acompaño a la puerta caballerosamente. A veces pensaba que Michael no era un ciudadano, sino un príncipe elegante de esos como en los cuentos de hadas. Era igual.
-bueno… fue un placer llevarte y regresarte.
-muchas gracias, espero no haberte causado problemas.
-no, para nada. Al contrario.-sonrió.
-gracias.
-nos vemos mañana, ¿verdad?
-claro.
-cuídate-se despidió-te veo.
-igual.
Se dirigió a su auto, todavía viéndome, y luego entro al auto y ya no pudimos mantener el contacto visual, solo vi que saco la mano diciéndome adiós, sonreí e hice lo mismo.
Entre a casa. Al parecer mamá llegaría tarde, papá vendría a las 6:00, y Haddy venía con papá o a veces la traía el autobús. Me fui a mi habitación y deje mis cosas ahí. Me fui a duchar.

Yacía en mi ventana, pensativa de algo desconocido.  ¿Esta amistad era real?, sabía que era una bendición, ¿iba a perdurar?, si no era así aprovecharía con melancolía y anhelo, ¿había un interés de por medio?,  o era buen actor o era la persona más dulce del mundo, pero con seguridad sabía que no actuaba, en sus ojo se reflejaba, ¿Por qué preguntaba?

Seguía aturdida. La montaña rusa una vez más me atormentaba. Es que simplemente no lo podía creer, era demasiado bueno para ser verdad. Pero tenía que aceptar que a veces en la vida llegan cosas como salidas de un cuento de hadas, parecen irreales, pero ahí están. Y lo mejor es aprovecharlas, porque no se presentan con mucha frecuencia.